18 Jul. 2020

Esa recurrente “herencia maldita”

Oscar A. Bottinelli

El Observador

La herencia maldita no es cualquier cosa. Es aquello que la gente puede entender y sentir. Por eso se centra en lo económico y en lo ético, en la inflación, la escasez, la conflictividad social, el desempleo, las reales o presuntas ganancias personales mal habidas, el uso clientelar del Estado, el acomodo, el nepotismo […] Pero la herencia maldita no sólo surge cuando hay un giro histórico, como el de 1959. No solo cuando hay un cambio de partido.

Un recurso reiterado -con pocas excepciones- en los cambios de gobierno

La “Herencia Maldita” es un término acuñado por el Partido Nacional en 1959, al llegar al control del gobierno después de casi un siglo por fuera1. Fue hace seis décadas, hacia el final de las grandes guerras planetarias, del gran crecimiento del Uruguay y al comienzo de esa larga caída subsiguiente.

Arriba al gobierno en los inicios de la inflación, en medio de huelgas, escasez, desabastecimiento. Llega también tras una campaña electoral de despiadada denuncia ética contra Luis Batlle, la Lista 15 y el Batllismo en general (para precisar, campaña desde el Herrerismo). Pero al llegar no le pareció suficiente el giro histórico y consideró necesario remarcarlo con énfasis. Así surgió la “herencias maldita” para golpear más aun a un Partido Colorado ya golpeado por el abandono de la quinta parte de su electorado y la pérdida del gobierno, la pérdida de algo considerado como parte del inventario partidario. El nacionalismo apeló al viejo aserto político y militar de “a enemigo derrotado se lo persigue y destruye”.

La herencia maldita no es cualquier cosa. Es aquello que la gente puede entender y sentir. Por eso se centra en lo económico y en lo ético, en la inflación, la escasez, la conflictividad social, el desempleo, las reales o presuntas ganancias personales mal habidas, el uso clientelar del Estado, el acomodo, el nepotismo.

Pero la herencia maldita no sólo surge cuando hay un giro histórico, como el de 1959. No solo cuando hay un cambio de partido. En ese primer periodo de gobierno (en aquel entonces los tiempos gubernativos eran cuatrienales), el nacionalismo gobernó unido, todo el partido, sus dos fracciones de relativo equilibrio, el Herrerismo y la Unión Blanca Democrática (UBD). Vienen las siguientes elecciones, el Herrerismo crece, se divide y pierde ante la conjunción de la UBD con la minoría herrerista (“Herrerismo Ortodoxo”). Y ese nuevo gobierno (1963), del mismo partido, salido de las entrañas del gobierno anterior, se estrena con la denuncia del mal estado de la situación económica y financiera, invoca la herencia maldita del gobierno anterior, del que integró.

Otro cuatrienio y cambia la Constitución, los periodos se hacen quinquenales, el sistema colegiado es sustituido por el retorno de la figura del presidente de la República, se va el Partido Nacional y vuelven los colorados. Esos colorados derrotados y maldecidos menos de una década atrás, que exhiben aquello de “los muertos que vos matáis gozan de buena salud”

El nuevo mandatario, el general Oscar Gestido, se estrena con un discurso de impronta churchllliana. Describe una “herencia maldita”, sin llamarla maldita; presenta la imagen de un país devastado y promete austeridad y sacrificio. Muere a poco de andar, a los 9 meses. Lo sustituye el vicepresidente Jorge Pacheco Areco. Se da que es el primer caso de las últimas seis décadas en que en las elecciones siguientes gana el dominio del gobierno no solo el mismo partido, sino la misma fracción; Pacheco logra retener la Presidencia a través de un vicario, Juan María Bordaberry. De donde, no puede haber maldición de la herencia. No hay cambio de partido, no hay cambio de fracción.

Tras el periodo militarista, el retorno institucional llega (1985) en medio de una difícil situación económica y social, pero por encima de ello está el legado en materia de violaciones a los derechos humanos y conculcación de libertades. La herencia estaba maldecida por sí sola, no fue necesario evocarla; la sociedad vivió el elixir de la libertad y asomaron los grandes desafíos sobre el futuro inmediato y el qué hacer con el pasado reciente.

Retornada la normalidad política, al cabo del quinquenio hay nuevo cambio de partido, la segunda llegada blanca al gobierno en más de un siglo. El gobierno de Luis Alberto Lacalle de Herrera se inicia (1990) con un ajuste fiscal, basado en una herencia maldita dejada por el gobierno saliente, el de Sanguinetti; que curiosamente es socio en el estreno de este nuevo gobierno. Entonces, aunque hubo cambio de partido, el que el saliente estuviese en el gobierno del entrante deja que la herencia y su maldición tengan algún parentesco con lo ocurrido en 1963.

Otro cinco años y vuelven el Partido Colorado y Sanguinetti, pero esta vez no se enarbola herencia maldita2 Y otro quinquenio más, sigue el Partido Colorado con otra cara, Jorge Batlle, otra fracción. Pero fue un sostenedor del anterior oficialismo. Como ocurrió una década antes, se inicia con un ajuste fiscal de otro tipo, con obvia referencia al estado de la economía y las finanzas dejadas por su antecesor. Un antecesor al que el nuevo presidente apoyó y que es ahora su socio. Si la primera herencia maldita fue producto del cambio de partido, la segunda fue un cambio al interior de los blancos y esta otra un cambio al interior de los colorados.

En 2005 Uruguay vive un giro político de magnitud similar del de 1959. Tras un siglo y tres cuartos de hegemonía gubernativa de los dos partidos fundacionales, pierden el gobierno y accede al mismo un convidado de piedra, el tercero en disputa, un partido de izquierda que construyó su camino paso a paso, cansinamente, a lo largo de un tercio de siglo. Llega al gobierno en un país que quedó devastado en la gran crisis financiera, económica y social de 2002, y con dos partidos tradicionales que exhibían fuerte señales de agotamiento. Al igual que en 1985 la obviedad hizo innecesaria la invocación de la “herencia maldita”.

Cinco años después el mismo partido retiene el gobierno, el conductor de la economía sigue al frente de la misma pero como vicepresidente de la República, entonces o no había herencia maldita o no era invocable. Otros cinco años después (2015), el Frente Amplio está por tercera vez consecutiva en el gobierno y siempre con el mismo conductor económico, pero aparece la invocación de una herencia maldita, de despilfarro, de mal manejo de los dineros del gobierno propio anterior.


1 Primera nota de dos