Caras y Caretas
El politólogo recuerda los inicios de su pasión por la política en su natal Dolores y habla de los líderes que han marcado la historia del Frente Amplio. Confiesa que su vínculo con el general Líber Seregni fue casi paternal y analiza el presente de una izquierda “complicada”.
Quienes conocen el ajedrez saben que requiere de lógica, táctica y estrategia. Y, casualmente, Oscar Bottinelli le ha dedicado muchos años de su infancia y adolescencia a este deporte. Comenzó a competir a los 11 años en torneos interliceales, supo jugar a ciegas y soñar con partidas -probablemente ganadas-. No es descabellado pensar que haberse formado como ajedrecista desde tan pequeño le ha brindado algunas de las características que hoy lo definen como uno de los politólogos más importantes de nuestro país: disciplinado, analista, reflexivo, franco y leal.
El fundador de Factum y autor de Los juegos de poder (2015) se luce hoy en una partida a todo a nada sobre la actualidad política uruguaya, los líderes que marcaron el ayer y las promesas que tendrá el mañana.
¿Qué extraña más del lugar donde nació? (Dolores).
La cercanía, el saber quién era cada uno. Lo que más sentí al mudarnos a Montevideo, de niño, fue la soledad, el que la gente no se conocían unos con otros.
¿Cómo era la casa? ¿Cuál era el lugar predilecto donde más le gustaba estar?
Era una casa muy grande, llena de cuartos y patios, en cuyo frente estaban los consultorios con su sala de espera y su sala de Rayos X (mi padre era médico), un fondo grande con canteros y aljibe, otro fondo con gallinero, escusado y galpón para la leña. Como en buena parte de los pueblos del interior, más en aquella época, muy fría en invierno y calurosa en verano. El lugar predilecto, una inmensa galería cerrada de todo el ancho de la casa, donde teníamos los juguetes grandesMe imagino que se hablaba mucho de política... Más siendo su padre Senador del Partido Nacional
La política fue siempre el centro de mi casa. En Dolores, donde en esa época no había buenos hoteles, se quedaban los políticos de los distintos partidos, legisladores, ministros, cuando visitaban el pueblo. Desde niño acompañé a mi padre a reuniones políticas. Estuve presente en muchos acontecimientos, como las negociaciones que dieron origen a la fusión de los dos partidos blancos y se hicieron en mi casa. En la mesa del comedor, en Dolores, aprendí a doblar y ensobrar hojas de votación.
¿Su madre también era blanca?
La familia de mi madre era de origen batllista. En aquellas épocas, una mujer al casarse –como sucedía en las gens romanas- se pasaba con armas y bagajes a la familia del marido; y se hizo blanca. Desde que tuvo derecho al voto hasta que murió votó –al igual que mi padre- primero al Partido Nacional Independiente y luego de la fusión, al Partido Nacional.
Falta poco para los 50 años de la fundación del Frente Amplio ¿Cómo encuentra hoy a esta fuerza política?
Complicada. Padece los problemas de recambio generacional en medio del impacto de un gran retroceso político y el reposicionarse por primera vez como oposición después de haber sido gobierno. Exhibe serios problemas de conducción política y dos grandes desafíos: Uno, definir su naturaleza política, si se apoya en el frenteamplismo como ser político o en la unidad en la diversidad, es decir, si apuesta a ser un sujeto político (un partido) o una alianza de sujetos políticos. El otro, si como fue histórico en la izquierda considera que la fuerza política es el centro de la conducción política, o si como aparece ahora la fuerza política es un actor más en una red junto a organizaciones sociales de diferente tipo, representatividad y convocatoria.
Pero tiene temas profundos a resolver en materia de su opción por clases sociales: la ruptura de la alianza con las capas medias y la no consolidación de la alianza tardía con el subproletariado. El Frente Amplio hizo recaer sobre las capas medias profesionales y de trabajo independiente lo que exoneró a las capas altas. Estas últimas recibieron beneficios de una política económica que expandió el consumo y también grandes beneficios tributarios. Hubo en el país un conjunto de empresas y personas que hizo grandes fortunas con los gobiernos del Frente Amplio, las cuales usaron –y siguen siendo usando- para hostigar y derribar al Frente Amplio. Y perdió a sus aliados naturales de las capas medias, a buena parte de esos profesionales, intelectuales, artistas, pequeños y medianos productores, comerciantes e industriales. Y tampoco consolidó su apoyo en el sector subproletario, que fue su fuerte en la segunda etapa de alianzas.
¿Cómo llega usted como secretario del general Liber Seregni?
Aunque era muy joven, llegué al Frente Amplio con bastante experiencia política, mucha observación del juego político –llevaba casi una década de periodista parlamentario- y una red muy grande de relaciones con figuras de todos los partidos políticos; además, mantuve siempre buena relación personal y de amistad con dirigentes colorados y blancos. Creo que me ayudó el no haber sido nunca un fanático, el haber siempre intentado entender al otro.
En el Frente Amplio era independiente, recibí distintas propuestas de candidatura al Parlamento, y allí Zelmar Michelini le dijo a Seregni: Usted necesita un hombre a su lado que conozca bien la política, tenga muchas relaciones afuera y sea neutral dentro del Frente Amplio. Hay uno solo y por pocos días, no lo deje ir. Y así fue que me llamó y me propuso ser su secretario político, cargo que ocupé hasta julio de 1987 (16 años largos), con lo que decliné candidaturas. Desde previo a la fundación del F.A. ya presidía su comisión Jurídico-Electoral y me correspondió diseñar su arquitectura electoral.
¿Cómo era en el trato íntimo Seregni?
Él fue muy afectuoso conmigo hasta su muerte. Definiría nuestra relación como paterno-filial. Yo integraba en aquella época su círculo íntimo, inicialmente junto al general Víctor Licandro y al coronel Carlos Zufriategui. Aprendí mucho del pensamiento y de la lógica militar. Y el haber dialogado en forma cotidiano permitió en momentos difíciles “jugar de memoria”; me permitió hacer mucha cosa sin necesidad de estar consultando. Después de tanto tiempo juntos y tan intensos, hubo desgastes y cortocircuitos que llevaron a mi salida de la Secretaría Política, que fue el inicio de un cambio muy significativo en mi vida política, que pasó a estar centrada en el análisis político y la producción académica; al dejar esa función fue cuando publiqué mi trabajo sobre el sistema electoral uruguayo en la Universidad de Heidelberg.
¿Recuerda un diálogo con él, que lo marcó para siempre?
Cuando decidió dar el paso de iniciar las negociaciones formales con los comandantes en jefe de las Fuerzas Armadas, en junio de 1984, muy seguro del camino emprendido y consciente de los riesgos políticos. Lo que dijo me sonó a un “alea jacta est”, a la frase de Julio César al cruzar el Rubicón.
Ahora con el paso del tiempo... ¿Su gran acierto político?
El momento cumbre de su vida política fue la transición del régimen autoritario a la restauración institucional. Seregni concibe en 1981 una estrategia que se resume en la consigna “Movilización – Concertación – Negociación”. Voceada por todos, fue inicialmente poco comprendida. Cuando se entendió cabalmente, provocó no pocos desajustes y hasta rechazos. Allí exhibió sus mayores cualidades de estratega, concibió el objetivo (salir del autoritarismo) y trazó la ruta para llegar al objetivo, sin perderse en los vericuetos tácticos. Coincidió con el Partido Colorado en el concepto de negociación con las Fuerzas Armadas, impulsó la Concertación (política y social) como forma de salida y de consolidación de la salida, y se diferenció del coloradismo en la importancia de la movilización: a la fuerza de las armas oponer la fuerza de un pueblo movilizado, en el país y en el exterior. Le costó convencer a la dirigencia y base del Frente Amplio, inicialmente reacia a todo contacto con los militares, y logró el apoyo del 95% del electorado frenteamplista. Cabe agregar el papel cumplido en todo el proceso de restauración institucional, incluido su rol como elemento estabilizador en los momentos difíciles de afirmar una democracia con todas las debilidades propias de la salida de un régimen autoritario.
Fue una joya política que permitió que Uruguay tuviese una salida, imperfecta sin duda, con muchos debes, pero la única posible en ese tiempo y con ese costo. Había otros caminos, sin duda, más intransigentes, con menos concesiones, más largos, más duros, con una cuota mayor de dolor y sangre. Y recorrió ese camino a riesgo de que la gente no lo entendiese y el Frente Amplio tuviese un colapso electoral: eligió lo que consideraba mejor para el país aunque en el momento tuviese un alto costo político.
¿Y su gran error político?
No comprendió cabalmente que la ruptura de Hugo Batalla con el Frente Amplio era inevitable. Él lo vio en términos de lealtad o deslealtad personal, cuando se trataba de un tema ideológico y de valoración política. En forma totalmente honesta, Batalla consideraba extinguido el camino del FA y estimaba necesario ensayar otras vías.
¿Cómo era la relación de Seregni con el ex presidente Tabaré Vázquez?
Mi visión es externa, porque cuando aparece Tabaré Vázquez yo ya soy un observador político independiente. Veo que la mayor parte del tiempo fue una relación muy complicada de ambas partes, de dos personas con formas diferentes de percibir la política.
¿Cree usted que Tabaré Vázquez fue el líder más importante de la izquierda?
Aunque resulte antipático hacerlo en este momento, como analista hay que guardar distancia de los impactos emocionales colectivos y mirar a lo lejos. La izquierda como fuerza política no hubiese sobrevivido sin Seregni. Con él se crea el frenteamplismo, el sentido de pertenencia de un colectivo político, la bandera de Otorgués y las F y A entrelazadas como símbolos de esas pertenencia, su propio cautiverio de 12 años como emblema de resistencia, la defensa empecinada de la existencia del Frente Amplio y además como una entidad política propia, no como una sumatoria de cosas diversas. Seregni fue quien insertó al Frente Amplio dentro del sistema político y lo perfiló como una fuerza capaz de asumir responsabilidades de gobierno.
Cabe recordar que ya desde diciembre de 1973 –a poco de nacer- su existencia estuvo amenazada desde dentro, desde distintos lados y con diversos proyectos alternativos. Y al final de la Presidencia de Seregni surgió el intento fallido de sustituir el frenteamplismo por el progresismo. Seregni fue exitoso en que la gran masa se sintiese frenteamplista, pero fracasó a nivel de dirigencia donde hasta hoy mismo predomina una visión coalicionista, de un F.A. como sumatoria de partes separadas, de “unidad en la diversidad” y no como un ser con identidad propia.
Seregni apostó siempre a la conducción colectiva, a ser un primus interpares, y a una acción política caracterizada por la antidemagogia.
Tabaré Vázquez sin duda fue decisivo como timonel que recibe un F.A. consolidado, lo conduce al gobierno y salva la prueba existencial de demostrar la capacidad de ejercer el gobierno. Lo hizo como un hombre de formidable carisma y gran olfato para captar los sentimientos populares. Bajo su gobierno se gesta el Sistema Nacional Integrado de Salud que en estos tiempos ha demostrado su decisiva importancia, la revolución educativa que ha supuesto el Plan Ceibal e impedido la fractura social por un nuevo tipo de analfabetismo, el digital, y el exitoso combate al tabaquismo
¿Cómo será recordando el otro ex presidente José Mujica?
Parecería que por los dos elementos que lo han hecho famoso en el mundo: por ser “el presidente más pobre del mundo”, como se dice, y porque bajo su presidencia se plasmó el grueso de la nueva agenda de derechos: despenalización del aborto, igualdad de la pareja en el matrimonio, matrimonio de personas del mismo sexo con derecho a adoptar niños, fecundación asistida, muerte digna.
¿Quién se perfila como nuevo líder en la izquierda?
Es muy prematuro verlo, pues recién comienza el relevo generacional en medio de un fenomenal sacudón político. Aparece al menos un par de nombres -además por primera vez la posibilidad de un relevo de género- y habrá que dejar correr bastante agua bajo los puentes.
Hablemos de la mala votación del Partido de la Gente... ¿Por qué sucedió?
El espacio político en que se posicionó originariamente Novick, de oposición al Frente Amplio y diferente a los partidos tradicionales, con un discurso centrado en la seguridad y la protección de los más débiles, fue ocupado por otras propuestas políticas, en particular por Manini y también por Sartori.
¿Habrá en el futuro Partido de la Gente?
Pienso que no. Una reaparición de Edgardo Novick, de ocurrir, seguramente no sería mediante la construcción o mantenimiento de un partido político, sino con otro formato.
Y el fenómeno Juan Sartori... ¿Puede llegar a ganar la interna en las próximas elecciones?
La interna del Partido Nacional dependerá mucho de lo que pase con el gobierno y con el liderazgo de Lacalle Pou.
El colorado Andrés Ojeda hace algunos días dijo que para ganar Montevideo, su partido tendría que votar solo...
Desafiar al Frente Amplio en el gobierno de Montevideo no es solo un tema de arquitectura política, con ello no basta. Pero además si la oposición vota dividida, carece de probabilidades. Otra cosa, quizás a eso se refiera Ojeda, es que bajo un mismo lema cada uno de los tres partidos opositores concurra con su propia candidatura, y sin duda eso es mejor que la candidatura única.
¿Cómo está moviendo las fichas el senador Manini Ríos?
Afronta el desafío de la construcción de un nuevo partido político, que tiene coincidencias y diferencias importantes con los otros tres grandes partidos. Y debe hacerlo en medio de un trato periodístico que construyó una caricatura de sí mismo y no busca entenderlo. Que no quiere decir aprobarlo, sino guiarse por lo real y no por lo imaginado. No es un proyecto personal sino la construcción de un partido, cuyas dos fuentes principales de inspiración intelectual son Rodó y Methol Ferré. Y su inspiración profunda es el artiguismo social, especialmente el de las Misiones. Un partido de derecha moderna, conservador, defensor del papel del Estado en las riquezas estratégicas (energía, agua, comunicaciones), con una visión de defensa paternal de los sectores más débiles. Y una apuesta política a las capas medias económicamente independientes y a las capas más bajas. Los últimos sucesos políticos lo han visto votar con la coalición de gobierno, sancionar leyes con el apoyo del Frente Amplio y en contra de la coalición u oponerse a la conjunción Partido Nacional-Frente Amplio.
¿El día más importante como politólogo, y por qué?
El 31 de octubre de 2004 a las 21:03, cuando anunciamos “Tenemos presidente”. Y fue seguido por Tabaré Vázquez con su “¡Festejen uruguayos! ¡Festejen!”. Importante además porque se hizo contra viento y marea, y en el mismo momento en que los colegas planteaban un escenario incierto y con probabilidades de balotaje.
¿Y el peor día?
Me cuesta precisarlo. Dicen que un mecanismo de autodefensa es borrar de lo memoria los malos momentos.
¿Qué opina sobre lo que está pasando en Estados Unidos con el actual presidente?
No puede analizarse el fenómeno Trump sin tener en cuenta dos cosas. Una es que el régimen electoral norteamericano es poco garantista y no es la primera vez que a nivel federal se hacen denuncias de irregularidades; ya ocurrió a nivel macro tanto en 1960 como en 2000; en un régimen así es fácil levantar el fantasma del fraude, exista o no. Lo otro es que es una sociedad muy convulsionada por múltiples efectos: los cambios étnico-culturales, la movilidad territorial interna, el crac laboral producto de la emigración de las fábricas norteamericanas hacia tierras con menores requerimientos laborales, la grieta social, ideológica y religiosa, el sentimiento de frustración de un país que deja de ser potencia hegemónica. Trump es producto de esa sociedad y de esa realidad; no hay que olvidar que obtuvo el 47% del voto popular; no es un loco suelto, representa a mucha gente.
¿Algo así se podría dar en nuestro país?
Uruguay es una democracia política plena basada en partidos políticos sólidos y de larga duración, con fuertes garantías electorales e institucionales. Los liderazgos se construyen a través del tiempo, dentro de estructuras partidarias sólidas que o son pre existentes (la mayoría de las veces) o se apuesta a su construcción; no surgen de improviso ni como propuestas de índole esencialmente personalista. Además, con el sistema político confluyen organizaciones sociales de alta representatividad y responsabilidad. Para que ocurriese algo como en Estados Unidos, deberían producirse cambios muy fuertes. Pero a no dormirse en los laureles, porque cambios ya ocurrieron, por algo terminamos en lo que terminamos hace circa medio siglo.
¿Qué piensa de la frase de Mario Vargas Llosa, que cada pueblo tiene el gobierno que se merece?
Mucho antes que él, el escritor irlandés George Bernard Shaw dijo, con su célebre ironía, que una virtud de la democracia es que ningún gobernante puede ser más estúpido que sus electores, porque cuanto más estúpido es el gobernante, más lo son quienes lo votaron. En una democracia el pueblo es quien elige y cada uno debe hacerse responsable de su voto.