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Hace mucho tiempo que el Frente Amplio evidencia problemas de carácter ideológico. No solo disensos internos de trasfondo ideológico, sino problemas al abordar políticas de gobierno por dudas o indefiniciones ideológicas [...] En forma muy simplificada y hasta grosera, puede decirse que los dos grandes términos del debate ideológica son revolución o socialdemocracia.
Hace mucho tiempo que el Frente Amplio evidencia problemas de carácter ideológico. No solo disensos internos de trasfondo ideológico, sino problemas al abordar políticas de gobierno por dudas o indefiniciones ideológicas.
Hace unos meses, el ex presidente Tabaré Vázquez llamó a una actualización programática del Frente Amplio a discutirse el año que viene. El fin de semana pasado presentó un borrador para esa discusión.
Hay un primer problema .y es que el Frente Amplio hace mucho tiempo que no debate. Hay discusiones, cortocircuitos, tensiones, enfrentamientos de poder, pero no hay verdadero debate, entendido como la forma en que cada cual expone sus puntos de vista con el objetivo de confrontar con los otros puntos de vista y llegar a un entendimiento, a una síntesis, a una transacción o al menos a que queden claros los disensos y se resuelvan de alguna otra manera. Debate profundo, entonces, hace tiempo que el Frente Amplio no tiene. Y tiene pendiente de largo tiempo un debate profundo: la concepción ideológica.
En el Frente Amplio no solo hay diferencias ideológicas entre una corriente u otra, entre diversos sectores, sino que hay problemas ideológicas en los mismos sectores y en las mismas personas, a la hora de traducir ideas en medidas concretas de gobierno.
En forma muy simplificada y hasta grosera, puede decirse que los dos grandes términos del debate ideológica son revolución o socialdemocracia. Revolución no en el sentido de métodos revolucionarios, sino de objetivos revolucionarios, de cambio de sociedad, de construcción de una sociedad diferente, no capitalista; la construcción de un nuevo tipo de socialismo que sustituya al capitalismo. Ese es uno de los términos. El otro, lo que se puede simplificar en socialdemocracia, que ha sido el modelo dominante en Uruguay, especialmente y fuera de dudas desde los años veinte a los años setenta del siglo XX. Implica un modelo de aceptación del capitalismo y, en términos de izquierda, “humanización del capitalismo”, de profundas políticas sociales, de fortalecimiento de lo que se llama el Estado benefactor o el Estado de Bienestar.
La ambigüedad actual es que en general se gobierna con una concepción de socialdemocracia, pero muchas veces se habla desde ópticas revolucionarias, de cambio total. Pero también hay veces que afloran propuestas de gobierno de sustancia de cambio profundo, o se expresan temores a la inversión, al capital, a la propiedad privada, más propio de concepciones revolucionarias que de concepciones socialdemócratas.
Por aquí es que se hace urgente encarar el debate, que no es solo resolver controversias ideológicas, sino que es tomar definiciones ideológicas.
Y hay un primer tema es que muchos, quizás la mayoría, tienen temor de definirse como socialdemócrata. Mucha gente que sigue prendida al discurso y las consignas originarias del Frente Amplio de los setenta y los ochenta. Gente que sigue prendida a ese discurso pero su praxis va en otro sentido. Este borrador que presentó Tabaré Vázquez, que es muy escueto, que tiene pocas definiciones, sin duda apunta a una concepción de socialdemocracia.
El debate será el año que viene. Para ese debate el Frente Amplio corre el riesgo de una vez más caer en el consenso manuscrito ¿Que quiere decir? Lograr acuerdo en torno a un texto muy ambiguo, a una redacción muy general, que en definitiva no defina nada y no salde la discusión. Ese es un permanente riesgo del Frente Amplio. Pero, además, mientras se espera el debate, mientras se salda la discusión, las contradicciones afloran en la tarea de gobierno. Y eso sí que no puede esperar hasta el año que viene.