Radiocero y Radio Monte Carlo
Cómo deben proveerse los cargos superiores de la administración pública, los cargos de dirección de organismos, empresas y entidades del Estado.[...]Entonces el dilema es que si prioriza la calidad, se descompensa políticamente. Si se equilibra políticamente, es muy alto el riesgo de que rechine la calidad[...]En resumen que ninguna solución es fácil. Hay que ver cuáles son los distintos caminos y ver cuáles son los peligros. Puede haber cúpulas técnicas y evitarse que actúen en base a intereses corporativos. Puede haber designaciones políticas, que mantegan los equilibrios internos del gobierno y que los cargos recaigan en gente con la capacidad suficiente.
OAB: En los últimos días y últimas semanas ha habido muchos problemas en relación a la dirección y administración de organismos públicos, donde han aparecido denuncias de manejo poco profesional, poca capacidad técnica o administrativa, irregularidades en el manejo de fondos o directamente prácticas de política menor.
Dejando de lado cada uno de los temas que afectan a cada organismo, hay una discusión de carácter general: cómo deben proveerse los cargos superiores de la administración pública, los cargos de dirección de organismos, empresas y entidades del Estado.
En principio hay dos grandes caminos: que sean cargos políticos o de confianza política, o que sean cargos no políticos, es decir, cargos profesionales, técnicos, administrativos, de carrera, por concurso, por selección de personal. Cada uno de eso caminos tiene su pro y tiene su contra.
FV: ¿Por qué deben haber cargos políticos o cargos de confianza política?
OAB: La razón fundamental es esta: cuando una fuerza política, cuando un partido llega al gobierno, o cuando una coalición de partidos llega al gobierno, tiene la obligación de llevar adelante determinadas políticas que constituyen su programa partidario y que constituyen su compromiso ante el electorado.
Cuando la gente vota un partido determinado, lo hace porque está básicamente de acuerdo con las grandes líneas políticas que este partido representa, con los grandes conceptos sobre la gente, el país y el mundo.
Cuando cada uno vota lo hace en el fondo teniendo claro qué tipo de país quiere, por dónde le gustaría que fuesen las cosas. Entonces, no hay caminos exclusivamente técnicos para abordar la organización de la salud, de la educación, las políticas de vivienda, los impuestos, el gasto público, los sueldos públicos. Serán de una manera o serán de otra según las ideas, los valores y los programas de cada partido político. Entonces, para llevar adelante una administración, se necesita que quienes tomen las decisiones y quienes estén en la primera línea de ejecución y de impulso a la ejecución, que todos ellos tengan las mismas ideas del partido, la fuerza o la coalición de gobierno. Esta es la razón fundamental para que estos cargos sean ocupados por personas de confianza política. Se puede decir que es una razón de tipo democrática.
FV: Y entonces, si tan fuerte son las razones ¿por qué se cuestionan o por qué a veces fallan esos cargos de confianza política?
OAB: La primera razón, de tipo genérica, es que no siempre y para todos los cargos un gobierno tiene entre sus fieles la gente con capacidad suficiente para a dirigir y administrar toda la administración pública. A veces tiene más y a veces tiene menos, pero rara vez tiene en todos los casos. Entonces, en mucho o en poco, hay agujeros, lugares donde la gente que se pone falla.
FV: Dijiste la primera razón ¿hay alguna otra?
OAB: Hay otra razón que es la más importante. En Uruguay los partidos políticos son organizaciones complejas, compuestas por varias corrientes. Entonces el problema: ¿cómo se distribuyen los cargos entre los grupos que componen el gobierno?
Hay dos grandes métodos. Uno es decir: que se elijan a quienes se consideren más capaces. A priori parece una muy buena solución
FV: Por qué a priori ¿puede no ser una buena solución?
OAB: Depende de lo que se busque. Probablemente en cuanto a lograr un buen funcionamiento y una buena gestión, puede ser o ayuda a ser una buena solución. Pero el problema es que con este procedimiento puede ocurrir que se considere que hay gente más capaz en un grupo político que en otro, y ese grupo tenga muchos más cargos que el apoyo ciudadano que tuvo; y hasta que pueda tener una especia de dominio de la administración. Digo: se considere que tiene gente más capaz, porque puede tenerla o no, y esto siempre es muy subjetivo si se toma en cuenta que quien hace la selección es una figura política; no es producto de un concurso que se dice éste es más capaz, es producto de una decisión política.
¿Cuál es la consecuencia? La consecuencia es el desbalance interno de los grupos. Para poner ejemplos dentro del Frente Amplio en situaciones en que se aplicó este criterio llamado de: el más capaz para cada cargo. En la Presidencia de Tabaré Vázquez se notó una sobreabundancia de socialistas en los cargos, muy desproporcionada a su apoyo ciudadano; más aún, mientras el Espacio 609 tuvo el doble de votos de la 90, la 90 tuvo más del triple de cargos que la 609. A igual cantidad de votos, por cada voto, la 90 tuvo seis cargos por cada uno de la 609. El resultado entonces fue un gran desnivel interno.
FV: Dijiste que había dos criterios ¿cuál es el otro?
OAB: El más clásico, el aplicado la mayor parte de las veces por los partidos tradicionales y que ha aplicado originariamente este gobierno, es lo que se llama el reparto por cuota política. Es decir, distribuir los cargos lo más ajustadamente posible al apoyo electoral de cada grupo, de cada corriente.
FV: Esto aparentemente surge como más equilibrado
OAB: Exactamente, porque cada uno va a estar representado de acuerdo al apoyo que le dio la gente, y se evita que el gobierno se incline más hacia un lado que hacia otro, o se impique que se incline de manera diferente a lo que la gente definió
FV: ¿Entonces, dónde está el problema?
OAB: El problema está en lo que vemos en estos días. Que no todos los grupos políticos tienen gente en la cantidad suficiente con la formación necesaria para ocupar esos cargos. Entonces, el equilibrio político va en contra del mejor funcionamiento del gobierno y del mejor manejo de la administración. Las personas pueden estar muy comprometidas con el proyecto político de un grupo político determinado, pero pueden no tener la menor idea de lo que tienen que hacer. Y así sobrevienen los desastres.
Entonces el dilema es que si prioriza la calidad, se descompensa políticamente. Si se equilibra políticamente, es muy alto el riesgo de que rechine la calidad
FV: ¿Pero necesariamente todos los cargos que hoy son de confianza política deben ser cargos políticos?
OAB: Sobre esto hay distintas concepciones. Incluso en Uruguay hubo épocas que por ejemplo todas las direcciones generales o nacionales eran con funcionarios de carrera y luego épocas como las que se viven desde el fin de la dictadura en adelante, en que son casi todos cargos políticos. En Europa predomina el criterio de que toda la cabeza de la administración está ocupada por funcionarios de carrera y no políticos. Aquí, en las empresas del Estado, en los bancos estatales, las cúpulas gerenciales son generalmente de carrera y no de confianza política.
En esta concepción, de cargos de carrera, se parte de la base que un funcionario de carrera, un profesional de la administración, no va a hacer valer sus concepciones políticas o ideológicas y va a ser un leal funcionario para aplicar las políticas que decidan las instancias políticas, los ministros, los directorios de los entes autónomos.
FV: ¿Y por qué esta no es la solución?
OAB: Primero porque no siempre se da esa lealtad de los funcionarios superiores. Pero quizás esto sea lo excepcional. El riesgo normal es otro: que los funcionarios de jerarquía actúen con un criterio de corporación gerencial, que privilegien la visión que tienen los gerentes y por muchos mecanismos influyan sobre los directorios para imponer esa visión corporativa sobre la visión política, o que frenen decisiones de los directorios que puedan afectar esa visión corporativa o los intereses de las corporaciones gerenciales. Esto por ejemplo se ha mencionado como un problema persistente en las grandes empresas estatales, como por ejemplo, en Ancap o Ute.
FV: ¿En resumen?
OAB: En resumen que ninguna solución es fácil. Hay que ver cuáles son los distintos caminos y ver cuáles son los peligros. Puede haber cúpulas técnicas y evitarse que actúen en base a intereses corporativos. Puede haber designaciones políticas, que mantegan los equilibrios internos del gobierno y que los cargos recaigan en gente con la capacidad suficiente. El problema es que cualquiera de esas soluciones implica tener muy claro los problemas y voluntad para resolverlos. Ni los aparatos administrativos ni los aparatos políticos ayudan mucho en este sentido.