El Observador
De manera imperceptible, sin bombos ni platillos, en forma no traumática, se ha producido en el país una importante renovación generacional en el primer nivel del elenco político nacional. [...] La casi totalidad de los dirigentes de primera fila de los cuatro partidos políticos están hoy en la franja de la cincuentena [...] Debe quedar claro entonces que este sistema estable, aparentemente inmóvil, se mueve. Se movió entre los partidos, se mueve entre las generaciones.
De manera imperceptible, sin bombos ni platillos, en forma no traumática, se ha producido en el país una importante renovación generacional en el primer nivel del elenco político nacional. No fue producto de una barrida en un solo acto electoral, ni de una decapitación en un partido, sino un proceso de mucho tiempo, que comienza con anterioridad a las pasadas elecciones nacionales y en trazos gruesos se encuentra en su culminación.
La casi totalidad de los dirigentes de primera fila de los cuatro partidos políticos están hoy en la franja de la cincuentena, dicho con aburrimiento académico en el tramo etáreo de 50 a 59 años. Basta ver la lista de figuras que encabezan sectores políticos, se postulan a encabezar listas al Senado con probabilidades de obtención de bancas, o sus nombres rondan como candidatos, precandidatos o aspirantes a candidatos presidenciales o vicepresidenciales, o al gobierno de Montevideo. Es el elenco político de primera fila. Asimismo, simultáneamente se completa el retiro de las dirigencias políticas que protagonizaron la actividad política nacional desde la restauración institucional, y varios de ellos con anterioridad a la restauración institucional.
Una lista –como toda lista incompleta y sin duda, con olvidos- permite ver que en esta generación que adquiere protagonismo está la presidente y los tres vicepresidentes del Frente Amplio: Mónica Xavier (55 años), Juan Castillo (54), Rafael Michelini (53) e Ivonne Passada (56). Pero también domina en el primer nivel de las corrientes frenteamplistas: Eduardo Brenta (53), Oscar De los Santos (50), Fernando Lorenzo (52), Daniel Martínez (55), Constanza Moreira (52), Ana Olivera (58), Enrique Pintado (54), Raúl Sendic (50). Y por esta semana todavía se puede incluir a Eduardo Lorier (59 hasta el próximo domingo, que cumple 60).
En la generación de la cincuentena están el presidente del Partido Nacional Luis Alberto Heber (54) y el ex presidente del Partido y ex candidato único del Partido tanto a presidente como a vicepresidente Jorge Larrañaga (56). Y prácticamente todos los dirigentes con aspiraciones presidenciales, a encabezar listas senatoriales o disputar el gobierno de Montevideo: José Carlos Cardoso (54), Francisco Gallinal (55), Jorge Gandini (54), Javier García Duchini (48), Ana Lía Piñeyrúa (57), Jorge Saravia (54). Dos dirigentes de primera fila llegarán a los 50 cuando las elecciones, hoy en los 48: Sergio Botana y Gustavo Penadés. En el Partido Colorado la renovación generacional comienza en las pasadas elecciones y se expresa en su candidato presidencial dominante Pedro Bordaberry (52) y las dos primeras figuras de la corriente contendiente (Propuesta Batllista): José Amorín (57) y Tabaré Viera (57). Finalmente el Partido Independiente nació con una nueva generación a la cabeza, donde su presidente Pablo Mieres cuenta hoy con 53 años y el vicepresidente Iván Posada con 58.
Pero esta generación, que recién accede plenamente al primer nivel de la conducción del entero sistema político, tiene desafiantes -al menos un par- de la generación siguiente, que aspiran como mínimo a encabezar listas al Senado: Diego Cánepa en el Frente Amplio (40) y Luis Lacalle Pou en el Partido Nacional (39).
La generación mayor todavía no se terminó de retirar, al punto que el candidato presidencial con mayores probabilidades estadísticas, Tabaré Vázquez, cuenta con 72 años, lo mismo que el actual vicepresidente de la República Danilo Astori. En el Espacio 609 hay figuras de peso y pretensión de continuidad post próximas elecciones que han pasado largamente los 60, como Eduardo Bonomi y Lucía Topolansky. Este fenómeno, el de la sobrevivencia político-electoral de la generación mayor a la cincuentena, se da exclusivamente en el Frente Amplio, especialmente desde que en el Partido Nacional se produjo el anuncio de retiro definitivo del ex presidente Luis Alberto Lacalle (71) .
Existe la idea de que el sistema político uruguayo es un sistema inmóvil, impermeable a los vientos de renovación. Algo de eso hay. Por lo pronto, es un sistema donde los cambios se producen con mucha parsimonia, que además está inserto en un país de muy bajo recambio biológico (uno de los países con menor recambio demográfico del mundo). A nivel de partidos, lejos de inmovilidad, el sistema demostró la posibilidad de un fuerte recambio con estabilidad; se pasó del bipartidismo tradicional colorado-blanco a un nuevo bipolarismo basado en un tripartidismo (Frente Amplio de un lado, partidos tradicionales del otro). Y ese pasaje ocurrió en un proceso paulatino y sostenido de más de cuatro décadas. No hubo gran volatilidad del voto de una elección a otra (Uruguay sigue siendo uno de los países de menor volatilidad interpartidaria del voto a escala mundial), no existieron los serruchos de partidos con grandes aluviones y fenomenales depresiones, sino un proceso sostenido, constante, siempre en la misma dirección.
A nivel de personas, de los elencos políticos, se dio el mismo fenómeno, al punto que ha pasado inadvertido. No hubo estridencia: La única ocurrió las pasadas elecciones en el Partido Colorado, donde de un plumazo desparecieron del primer plano electoral las dos figuras históricas que a su vez ocuparon la primera magistratura, y con ellos quedaron reducidos sus sectores a la mínima expresión, los que a su vez se fusionaron. Y con esa calma y esa parsimonia uruguaya, quizás con menos parsimonia de lo habitual, se ha producido un completo recambio generacional. Ocurre que parte de ese recambio no se ve, porque hay unas cuantas figuras en la cincuentena que hace muchas elecciones se ubican en el primer plano. Al punto que hay personas de la misma edad a las que se ve diferentes: a unas se las ve como nuevas y a otras como viejas, por la mera antigüedad en el protagonismo político.
Debe quedar claro entonces que este sistema estable, aparentemente inmóvil, se mueve. Se movió entre los partidos, se mueve entre las generaciones.