Nueva York
Politólogo uruguayo radicado desde hace 20 años en Nueva York. Dirigió el equipo fundacional que dio origen a Factum en 1989. Consultor de diversos organismos internacionales entre los cuales se encuentran el sistema de Naciones Unidas, International Idea y RESDAL. Es autor de mas de 200 artículos sobre temas de análisis político. Acaba de publicar el postscritum al libro de Leonardo Morlino “La calidad de las democracias en América Latina”.
Por razones familiares vivo en New York y últimamente viajo poco al Uruguay. Este ciclo electoral lo seguí en forma virtual y en este campo el peso de los productos emitidos por empresas de opinión pública es alto.
Desde la restauración democrática las empresas uruguayas ganaron un merecido crédito y por ello llegaron a constituirse en un “quasi” actor político. En el actual ciclo electoral ocurrió un problema, que era obvio que podía existir desde siempre al tratar de pedirle al instrumento, la encuesta, lo que no puede proporcionar.
La investigación cuantitativa enfrenta en Uruguay problemas que ya se han presentado en muchos otros países. Van desde el diseño de muestras con una demografía que aunque lentamente también cambia, a los problemas de las técnicas de relevamiento de datos. Así, en las encuestas domiciliarias cada vez hay más puertas cerradas o áreas vedadas. En las telefónicas, sea de carácter fijo o móvil (celular), se introduce otro tipo de sesgos. Los estudios basados en redes sociales, sea en el uso de Facebook o Twitter, o aún los más sofisticados basados en patrones de consumo, agregan otros problemas y, a veces, debido a su costo, no son posibles. La combinación de técnicas supone introducir ponderaciones que no siempre pueden superar los problemas. A ello hay que agregar el sesgo que puede introducir un cuestionario que se interpreta por parte del entrevistado en forma diferente según la clase social, nivel educativo y posición asumida frente a las narrativas histórico-políticas existentes.
La historia de la empresa con su base de datos y sus conceptos ya asumidos, que era una ventaja en el pasado, dejó de serlo al cambiar el electorado. Aunque los resultados electorales agregados del 26 de octubre (2014) muestren aparente poco cambio en números absolutos, indican que hubo comportamientos territoriales, por edades y clases, distintos a los del pasado, habiendo una “volatilidad oculta por el resultado”.
También hay que señalar que, aunque se utilicen, las técnicas cualitativas están opacadas; o simplemente se apela a parte de ellas, algunas no las más relevantes. Pero los límites de las encuestas, conocidas por todo estudioso del tema, no suelen ser tenidas en cuenta por los usuarios, principalmente políticos, sus operadores y los periodistas. Le reclaman al encuestador una cifra más o menos exacta, lo que lo convierte en un “gurú adivinador” y en un apostador. Muchos se sienten tentados por ese papel y las consecuencias son obvias cuando el número apostado es errado.
Sabemos que el peso de las encuestas sobre el electorado es bajo, y además si estas técnicas fueran tan precisas nos podríamos ahorrar el costo de hacer elecciones…
Sabemos que no es así, afortunadamente y esperamos que este tropiezo permita a todos, empresas y usuarios diversos, saber los límites de este instrumento, eludir el encanto mágico de los números adivinatorios y la tentación para el técnico en devenir actor político.