28 Abr. 2018

Vientos de cambio en Sudamérica

Oscar A. Bottinelli

El Observador

¿Hay una correlación entre los procesos electorales y los procesos políticos democráticos en Uruguay y en Argentina, o en Uruguay y Chile? ¿y esos procesos se correlacionan con los procesos electorales y político democráticos del Cono Sur o de toda Sudamérica? La respuesta es negativa […] El otro tema (es) cuáles fueron los vientos anteriores. Lo que hay que tener en cuenta antes que nada es que hay una diferencia sustancial entre los últimos gobiernos de izquierda o de centro izquierda, los gobiernos populistas y gobiernos en clave étnica

Han ocurrido en los últimos dos años cambios políticos significativos en Argentina y Chile, productos de cambios en los vectores de la sociedad1. Cambio en Brasil producto no de elecciones sino de movimientos realizados a nivel parlamentario, del Congreso, y de acciones de la magistratura. Dudas sobre continuidad o cambio en Ecuador, dada la confirmación de la regla que los sucesores designados terminan siendo los destronadores de los sucedidos. Hay cambios y continuidades en Venezuela, según los cristales con que se miren y los objetos de estudio. Hay continuidades en Bolivia, Colombia, Paraguay y Uruguay. Hay más continuidad que cambio en Perú, en un proceso de no fácil interpretación.

De todos estos cambios, diversos analistas y protagonistas visualizan la aparición de vientos de cambio en Sudamérica, sobre la base de considerar que una década atrás o algo más hubo otros vientos que provocaron un giro a la izquierda y al populismo, presentados como sinónimos. Y que esos vientos afectarían por igual a todos los países de la región, a los que quedan sin cambio, Uruguay incluido.

Dicho esto, conviene primero y ante todo formularse esta pregunta: ¿hay una correlación entre los procesos electorales y los procesos políticos democráticos en Uruguay y en Argentina, o en Uruguay y Chile? ¿y esos procesos se correlacionan con los procesos electorales y político democráticos del Cono Sur o de toda Sudamérica? La respuesta es negativa. Un análisis de los últimos 70 años (1945-2015) -precisamente cuando se gesta el peronismo en la vecina orilla y se está en las etapas iniciales del Segundo Batllista de este lado- permite afirmar que no hay correlación alguna. Hay algunos puntos de contacto en 1983-84 entre los triunfos de Alfonsín y Sanguinetti, o en 1989 entre los de Menem y Lacalle Herrera, o en 2003-2004 entre los de Kirchner (Néstor) y Vázquez. Pero también hay diferencias significativas. Los puntos de contacto sugieren mayor proximidad de la real, a la luz que lo que llevó a sus respectivas elecciones; la forma en que desarrollaron sus gobiernos y los subsiguientes actos electorales marcan diferencias relevantes. Los recorridos y elecciones posteriores marcan diferencias sustanciales entre el periodo Alfonsín y el Sanguinetti, o el Menem y el Lacalle Herrera. Además, para nada se puede correlacionar el triunfo de de la Rúa con el de Batlle (Jorge) en 1999. Ello, sin entrar a considerar la corta vida de de la Rúa y la consiguiente inestabilidad política, o la gran incógnita que significó el triunfo de Kirchner como heredero y hechura de Duhalde. Un detalle significativo para ver la falta de correlación, es que en 1983-84 los tres mayores líderes uruguayos (Sanguinetti, Wilson Ferreira y Seregni) convergieron en Alfonsín como la figura argentina con la que más se identificaron.

El análisis particular de la última elección de cada país hace difícil la comparación. En Uruguay es bastante fácil trazar un eje izquierda-derecha y marcar con cierta aproximación por donde se puede poner la línea divisoria. En Argentina ¿cómo se hace para poner la línea divisoria? Mauricio Macri es fundador y líder de un partido que puede calificarse de centro derecha a derecha, con fuerte impronta de liberalismo económico. Pero la alianza Cambiemos -liderada por Macri- incorpora a la inclasificable Lilita Carrió, más bien de centro a centro izquierda, y a la Unión Cívica Radical que puede ubicarse en los parámetros del batllismo, entre el centro derecha y el centro izquierda. Pero además Macri en el balotaje pudo ganar gracias a los decisivos votos del peronismo detrás de Massa y de la Sota (difícil de clasificar todo lo peronista, pero al menos ninguno en los parámetros ideológicos del partido PRO) y de la izquierda socialista-socialdemócrata de Stolbitzer y Binner. Para decirlo en términos uruguayos, detrás de Macri hay gente que aquí estaría con Bordaberry, los batllistas, Lacalle Pou, Larrañaga, Astori y una parte de los socialistas. En Chile no es que ha perdido una izquierda, sino que ha llegado a su final, implosionó, un centro a centro-izquierda que constituyó la base del pos pinochetismo.

El otro tema cuando se habla de vientos de cambio, es cambio sobre qué realidad. O dicho de otra manera, cuáles fueron los vientos anteriores. Lo que hay que tener en cuenta antes que nada es que hay una diferencia sustancial entre los últimos gobiernos de izquierda o de centro izquierda (Uruguay, Chile, Brasil), los gobiernos populistas (Argentina, Ecuador, Venezuela) y gobiernos en clave étnica (Bolivia). Pero tampoco hubo una sola oleada, sino distintos procesos de construcción, unos más largos y paulatinos (Uruguay), otros más recientes y más estruendosos. Y antes de antes que nada salir del uso de la palabra populismo como sinónimo de demagogia, que nada tiene que ver: se puede ser demagogo siendo conservador, liberal, radical, socialdemócrata, socialista, ecologista y populista; y siendo cualquiera de esas cosas se puede no ser demagogo. Lo uno y lo otro nada tienen que ver.

El proceso uruguayo es el más largo (1971-2004), el más paulatino (crecimiento de la izquierda y paralelo decrecimiento de los partidos tradicionales con una volatilidad de elección a elección nunca menor a 4,5% ni mayor a 8,8% sobre el total de los votos afirmativos). No hay pues ningún bandazo, ninguna oleada propiamente dicha. Y el Frente Amplio no entra en ninguna categoría de populismo; para empezar por una clara conducta y adhesión a los principios y la praxis de la poliarquía, que es un elemento diferenciador con el populismo.

Entonces, lo que importa, en cada país de la región, de Sudamérica: habrá cambios o habrá permanencias en función de la realidad y los procesos propios de cada país, y en función de su propia historia, su propio sistema político y su propio comportamiento social.


1 Este artículo es un aggiornamento del publicado con el mismo título en noviembre 29 de 2015