El Observador
Como todo análisis supone la “distinción y separación de las partes de algo para conocer su composición” […] No está en cuestionamiento la validez de la votación, en cuanto a que los electores que concurrieron estaban debidamente habilitados, los votos los emitieron en secreto y esos votos fueron debidamente contabilizados. Esto lleva a la conclusión nítida que el porcentaje de participación es el anunciado: 46%.
Cabe concluir que los votos escrutados corresponden a los votos emitidos
AVISO A LOS NAVEGANTES. Este es un análisis producto de una observación directa sobre el terrero, independiente, “no apto para fanáticos”. Como todo análisis supone la “distinción y separación de las partes de algo para conocer su composición”. Y pretende serlo de manera objetiva e imparcial. Este es el segundo de una serie de cuatro artículos1.
Al hablar de elecciones conviene diferenciar el nivel de garantías del régimen votacional de otros elementos que hacen al acto electoral y a las elecciones. Cada cosa hay que verla por separado. Después, cada uno hará una síntesis, su síntesis, que será opuesta a la del otro.
Desde el punta de vista de las garantías del procedimiento es absolutamente necesario ver cómo se vota y qué garantías hay en cuanto a la emisión y conteo de los votos. En Venezuela todos los ciudadanos tienen cédula de identidad electrónica, con chip con los datos biométricos, como es la nueva cédula de identidad que se expide en Uruguay. El padrón (“registro electoral”) surge de lo que se puede denominar el registro de identificación civil
En las mesas de votación hay un presidente, un secretario, un vocal y delegados de los partidos o alianzas políticas, a los que se denomina “testigos”. En este sentido es similar al Uruguay. Lo que hay son formidables diferencias tecnológicas. La votación se hace en forma digital, en máquina. El procedimiento es éste: el votante llega a la mesa y se registra con el chip de la cédula de identidad; hace lo mismo que cualquiera hace con un tarjeta de débito con chip. Luego se dirige hacia donde está la máquina y se identifica en un captor digital, es decir, pone el dedo en un captor digital. Si la huella digital y el chip de la cédula coinciden, se habilita la máquina. La máquina está resguardada por una mampara de cartón. Consiste en un pequeño procesador con dos discos, uno interno y otro externo, una impresora incorporada y una tablet grande. En esa macro tablet están las opciones electorales. Son cuadros, cada uno con la foto y el nombre del candidato presidencial, y el nombre o la sigla del respectivo partido. Hay pues 17 cuadros (hubo 5 candidatos y 17 partidos). Como toda tablet es touch; por tanto el elector presiona el dedo en el cuadro correspondiente a su opción que transforma en voto.
Acto seguido, la máquina imprime un ticket, al que llaman “certificado de voto”, en que aparece el nombre del candidato y la sigla del partido. Ese ticket o certificado de voto, el votante lo introduce en una urna. Es decir, que hay un doble registro de voto: el digital y el manual. Las máquinas no están en red, por lo tanto no pueden ser hackeadas. Una vez que alguien votó, su nombre queda bloqueado. No puede votar dos veces. Y en la máquina solo figuran los votantes correspondientes a la mesa. Las mesas están en escuelas. Normalmente hay un promedio de 9 a 11 mesas por local. En cada mesa votan entre 700 y 800 personas, por lo que en cada local votan unas 9 o 10 mil personas. Esas personas son las que viven en el radio de la escuela.
Al terminarse la votación, un técnico informático hace el cierre de la máquina, que queda bloqueada. A continuación, en forma digital, firman los miembros de la mesa y los delegados. Se cierra el acta. Y se imprime. El acta es una larga tira de papel, igual a las facturas electrónicas que hay en Uruguay. Lo único que tanto los tickets de voto como las actas se imprimen en rollos que llevan la identificación del Consejo Nacional Electoral.
Impresa el acta, con copia para todos los miembros de mesa, delegados, observadores, recién allí el técnico conecta un módem y se hace la trasmisión de datos. Son segundos donde podría eventualmente haber riesgo de hackeo. Terminada esa etapa. Se pasa al procedimiento manual. Se abre la urna, se extraen los votos, se cantan, se apilan sobre la mesa los de la misa “lista”, se cuentan y se verifica si coinciden con el registro digital.
Cabe consignar que los representantes de todos los candidatos y partidos participantes intervinieron en las auditorías del registro electoral, datos de electores, software de máquinas de votación, cuadernos de votación, archivos de máquina de votación, ensamblado de máquinas de votación, software de totalización, infraestructura tecnológica electoral, pre-despacho, puesta a cero de los centros nacionales de totalización y telecomunicaciones. No se registraron objeciones de parte de los candidatos y partidos opositores participantes.
Para que haya fraude, no solo debe haber trampas en el software, sino que esas trampas deben ser acompañadas por la introducción de tickets en la misma cantidad y del mismo tipo de voto en cada una de las urna, y trampas en el registro de los chips de las cédulas de identidad y en el registro de las huellas dactilares. Objetivamente es un sistema de amplias garantías, hoy por hoy superior al obsoleto sistema votacional uruguayo, a punto de cumplir un siglo casi sin modificaciones.
De lo anterior, de la observación sobre el terreno, de la confrontación de observaciones con otros observadores y periodistas internacionales, es posible concluir que los votos escrutados son los efectivamente emitidos. No hay ninguna denuncia en sentido contrario de quienes participaron en las elecciones. No está en cuestionamiento la validez de la votación, en cuanto a que los electores que concurrieron estaban debidamente habilitados, los votos los emitieron en secreto y esos votos fueron debidamente contabilizados. Esto lleva a la conclusión nítida que el porcentaje de participación es el anunciado: 46%.
Para evaluar en conjunto las elecciones presidenciales venezolanas del 20 de mayo cabe analizar la magnitud y la incidencia de las irregularidades procesales, la equidad o inequidad en el acceso de los actores electorales a los medios de comunicación, el contexto de las elecciones y la campaña electoral, en particular la inhabilitación de siglas y de candidatos presidenciales.
1 Ver “Venezuela para armar y desarmar”, en El Observador, mayo 25 de 2018. Para más información, ver “Venezuela: la necesidad de bajar la pelota al piso y analizar detenidamente cada elemento”, “Venezuela: la división política del país, las denuncias de la oposición y la equidad electoral” y “Venezuela: los aspectos controversiales del contexto electoral”, todos en Factum. Todo ello se encuentra en Factum Digital.